Israel no es el problema. Por George
Chaya*
En esta columna de hoy, bien podría compartir con ustedes algunos hechos
históricos fascinantes de la milenaria cultura árabe. También pensamientos y magníficas
experiencias acerca de esa antigua cultura.
Pero claro, en
estos días, todas las personas parecieran estar en carne viva, hablan,
entienden y hasta pareciera que tienen la solución a lo que está sucediendo en
Gaza, con el conflicto Palestino-Israelí. Me referiré a ello solamente de
paso y, en todo caso, será tema de un próximo análisis.
Hoy prefiero dedicar la mayor parte de mi artículo a pensar con ustedes sobre
la amplitud del escenario geográfico de aquella región que conocemos como
“mundo árabe” y al impacto de los hechos que allí se producen, algo que abordé
en varios de mis artículos y análisis por los últimos años.
Para ello, le
solicito como lector localizarse específicamente en la zona que va de Marruecos
a Pakistán, un área predominantemente árabe y musulmana, pero que también
incluye significativas minorías de otras creencias.
Usted puede
preguntarse por qué dejo de lado a Israel y sus asuntos.
La respuesta
es: porque Israel, y cualquier problema relacionado con ese país, no importa
qué pueda usted leer u oír en medios de comunicación del mundo, no es el eje
central, ni jamás ha sido el trastorno de la zona de la que hablamos.
Contrario a
ello, Israel no es parte del problema, más bien es parte de la solución a la
locura generalizada y estimulada por el terror fanático e irracional.
La
disfuncionalidad psico-sociológica de una región
Es cierto que
sí existe un conflicto Palestino-Israelí desde más de 60 años. Pero no es allí
donde se centra o radica el núcleo del asunto principal de la disfuncionalidad arabe-islámica.
Los millones de seres humanos
que murieron en la guerra entre Irán e Irak desde 1980 y hasta 1988, no
tenían nada que ver con Israel.
Los asesinatos masivos en Sudán,
donde los islamistas están masacrando a sus ciudadanos negros no musulmanes,
no tienen nada que ver con Israel.
Tampoco con Europa o con EEUU.
Los recurrentes informes sobre Libia
y el asesinato de miles de civiles en una aldea u otra a manos de los
fundamentalistas islámicos de Al-Qaeda -los mismos a los que Europa y el
presidente Obama ayudaron a derrocar a Khaddafi- no tiene nada que ver con las acusaciones
árabes al imperialismo estadounidense, al colonialismo europeo o al sionismo
israelí.
Tampoco Saddam
Hussein invadió Kuwait en su tiempo, ni puso en peligro a Arabia Saudita,
ni asesinó gaseando masivamente a sus propios ciudadanos a causa de Israel.
Egipto no usó gas venenoso
contra Yemen en los años 60 a causa de Israel.
El fallecido presidente sirio
Haffez Al-Assad no mató en una semana a treinta mil de sus propios
ciudadanos en 1982 en el pueblo de Hamma, en Siria, a causa de Israel,
y lo mismo para con los más ciento ochenta mil muertos que ha sabido
generar su vástago Bachar en los últimos tres años de la mal llamada
primavera siria.
Por cierto, en el campo sirio,
“es penoso escuchar el silencio” de colegas de analistas occidentales que desgranaron
aplauso los primeros días de la revolución siria ahora que la guerra civil
es abierta ya no hablan de eso.
El control criminal del
talibán en Afganistán y la guerra civil en ese país, no tuvo nada que
ver con Israel, con Occidente ni con cualquier forma de imperialismo que
haya pretendido avasallar la cultura árabe islámica.
El terror de organizaciones como Hezbollah,
quien secuestro al Estado legal libanes, no tiene que ver con Occidente ni
con los judíos.
Lo mismo aplica para la organización
terrorista Hamas, que asesinó y depuso la autoridad de sus hermanos
palestinos representados por el presidente Mahmoud Abbas en la Franja de
Gaza.
Usted puede tomarlo o dejarlo, pero si desea continuar leyendo, deberíamos
pensarlo con amplitud, mal que les pese a los simpatizantes del terror
yihadista, a los arabistas fanáticos y a la izquierda lunática internacional.
Nada de esto, ni las masacres
diarias entre chiitas y sunitas en el Irak actual tienen que ver con Israel.
Pretender ocultar estos hechos
o negarlos, no solo no le hace bien al mundo árabe, sino que resulta una
afrenta a la verdad histórica sobre la crueldad de gobiernos y regímenes árabes
para con sus propios ciudadanos.
El origen del problema al que hoy muchos asisten como testigos sorprendidos, es
que esta región donde la ideología integrista avanzó y se afianzó exitosamente
en distintos países fue convertida absolutamente en disfuncional en toda su
extensión y, bajo cualquier estándar conocido por el mundo moderno.
Y lo cierto es
que: “la región hubiera sido disfuncional aunque Israel se hubiera integrado a
la Liga Árabe y una Palestina independiente hubiera existido desde hace 70
años”.
Los 22 países miembros de la
Liga Árabe, desde Mauritania hasta los Estados del Golfo, tienen
una población total de unos 500 millones de personas, casi tan grande
como la Unión Europea antes de su expansión y, ocupan un área mayor que
los EE.UU. o que toda Europa.
Estos 22 países, con todos sus
recursos naturales y el petróleo, tienen un Producto Nacional Bruto (PNB) menor
que el de los Países Bajos más Bélgica e igual al de la mitad del PNB de
-solamente- el estado de California. Dentro de este exiguo PNB, las brechas
entre ricos y pobres exceden la credibilidad y comprensión de un ser humano
normal y bien intencionado. Allí, demasiados ricos acumularon su dinero no por
triunfar en los negocios sino por ser gobernantes corruptos.
El estatus
social de las mujeres es mucho peor de lo que era en el Mundo Occidental hace
200 años.
Los derechos
humanos están por debajo de cualquier estándar razonable a pesar del grotesco ex presidente
iraní, Mahmoud Ahmadinejad, quien sostuviera cándidamente en su discurso de
2011, en la sede propia de la ONU su discurso más ridículo señalando que en
Irán “no había prostitutas, ni existía tal cosa a la que denominar
homosexualidad”.
Según el informe preparado por un comité de intelectuales árabes y
publicado bajo los auspicios de Naciones Unidas en El Cairo, antes que Mubarak
sea destituido por los islamistas de la Hermandad Musulmana, el número de
libros traducidos por el mundo árabe entero era mucho menor que el traducido
por apenas la pequeña Grecia.
Todo esto está
sucediendo en una región que hace apenas 40 años la OPEP consideraba como la
segunda zona más rica del planeta y, dentro de un área mayoritariamente
musulmana que desarrolló en algún momento de la historia una de las culturas
más avanzadas del mundo.
Si lo desea,
usted está en derecho de preguntarse: entonces, ¿por qué esto está sucediendo?
También es un
hecho que casi todos los gobiernos en la región culpan de esta situación a
los EEUU, a la civilización occidental, al judaísmo, al budismo, a todos y a
todo, “excepto a ellos mismos”.
¿Conoció Usted algún presidente o
funcionario importante de algún gobierno árabe que haya hecho una sincera
autocrítica sobre estos temas?
¿Puede usted mencionar algún
presidente árabe que haya reconocido el fracaso de su gestión de gobierno?
Pues por más
que busquemos en la historia no encontraremos más que el acto de valentía y
visión estratégica del presidente egipcio Anwar el-Saddat, claro que ello lo
llevo a su propia muerte; fue asesinado por la Hermandad Musulmana egipcia por
firmar la paz con los israelíes.
Justo es decir también que en
esa región viven millones de personas decentes, honestas y buenas, que son
musulmanes devotos o que no son muy religiosos.
Hoy, muchos de
ellos son víctimas por partida doble de un mundo exterior que, a partir del
avance de grupos islamistas, está desarrollando rechazo hacia ellos por el solo
hecho de ser árabes. Estas personas, también son, y debe ser dicho, victimas de
su propio hábitat que les divide el corazón por ser total y absolutamente
disfuncional.
La situación a
tener en claro es que la vasta mayoría silenciosa de los musulmanes no forman
parte del terror y de la incitación, pero tampoco se manifiestan en su
contra.
Esto hace que
muchos ciudadanos en Occidente, equivocadamente, los consideren cómplices por
omisión y esto aplica al liderazgo político, a intelectuales, hombres de
negocios y a muchos otros que ignoran que la inmensa mayoría de los musulmanes
son absolutamente capaces de diferenciar entre el bien y el mal; pero están
condicionados y tienen miedo a expresar sus puntos de vista por diferentes y
conocidas razones.
La persecución,
el encarcelamiento, el secuestro, la tortura y el asesinato es muy común entre
aquellos que se manifiestan públicamente en contra del yihadismo en sus países.
Los eventos de
los últimos años han disparado situaciones que siempre han existido en el mundo
árabe, no son situaciones nuevas o desconocidas. Aunque nunca han estado tan
desenfrenadas como en la actual agitación regional.
Usted como lector podrá escoger y formar su opinión sobre el tema.
Sin embargo,
debe saber que pasarán unos cuantos años antes de que el mundo reconozca que
estamos inmersos en una guerra de las ideas que ya ha manifestado no pocas y
brutales acciones militares.
Usted podrá tomar su propia posición al respecto, podrá negarlo o aceptarlo, ese
no es mi problema.
Mi obligación es contribuir a que
lo piense, pues ya estamos bien metidos en esa guerra.
Y mientras más demore el mundo y
la opinión pública en reconocerlo, más cruenta será esa confrontación en el
costo de vidas humanas.
* Escritor, periodista árabe
libanés. a la/s 16:27