Lunes 22 de octubre de
2012
El presidente de Francia, François Hollande, confirmó la terrible
verdad: “Ni un soldado alemán, ni uno solo, participó en el arresto de los
judíos franceses durante la ocupación nazi ni en su envío a los campos de
exterminio. Lo cierto es que el crimen fue cometido en Francia, por
Francia”.
Se cumplían siete décadas de la concentración de judíos en Drancy y el
Velódromo de Invierno, donde eran subidos a los trenes de ganado que los
llevarían a las cámaras de gas de Auschwitz
La policía francesa hizo la lista de los judíos y fue por ellos. El
presidente Chirac afirmó en 1995: “Francia, el país de la ilustración y de los
derechos humanos, tierra de bienvenida y asilo, Francia ese día cometió lo
irreparable”. “Hablemos de las horas oscuras de la colaboración”, agregó
Hollande hace unos días, “hablemos de nuestra historia y por lo tanto de la
responsabilidad de Francia”.
No conozco confesión alguna de culpa tan categórica por parte del
mandatario de una nación. “Estamos reunidos esta mañana para recordar el horror
del crimen, lamentar el dolor de quienes sufrieron la crueldad y hablar de las
negras horas de colaboración, nuestra historia, la responsabilidad de Francia en
la tragedia. Estamos reunidos para mantener en la memoria el Holocausto, del
cual las redadas fueron primera etapa, para librar la batalla contra el olvido y
decir a las nuevas generaciones lo que la barbarie puede causar y las defensas
que la humanidad posee para derrotarla”.
Al arrestar miles de inocentes, la orden del gobierno de Vichy fue que
los niños no deberían ir en los mismos trenes que los adultos. Los padres fueron
separados de los hijos y enviados en distintos vagones a la cadena industrial de
la muerte. Debían arribar en punto para sacar de la cámara los cadáveres tibios,
llenarla sin pausas con los recién llegados en número exacto a fin de no
desperdiciar el gas calculado por persona y dejar caer los cadáveres a los
hornos encendidos día y noche.
“Fueron asesinados sólo por ser judíos”, dijo el presidente. “El crimen
fue cometido aquí, en nuestra capital, en nuestras calles, los patios de
nuestras casas, las banquetas, escuelas, lugares de juegos infantiles. La
infamia no tiene precedente ni comparación: el Holocausto, el intento de
aniquilar a todos los judíos del continente europeo. 72 mil judíos franceses
fueron deportados a los campos de la muerte. Volvieron únicamente 2 mil 500.
Esos hombres, mujeres y niños no sabían la suerte que les esperaba, ni siquiera
lo imaginaron. Ellos creían en Francia”.
“Creían, agregó el orador, que el país de la Gran Revolución y la
Ciudad de la Luces era un cielo seguro para ellos. Amaban la república con la
pasión nacida de la gratitud porque fue en París en 1791, bajo la Asamblea
Nacional Constituyente, que los judíos llegaron a ser ciudadanos con todos los
derechos por primera vez en Europa. Hace 70 años la promesa y su fe fueron
traicionados. Mi presencia esta mañana obedece a la firme determinación de
Francia de honrar la memoria de los niños perdidos y de los muertos sin tumba,
cuya sepultura es nuestra memoria”.
El presidente Hollande recordó: “El honor fue salvado por los héroes
anónimos que ocultaron algún vecino y arriesgaron su vida por la de inocentes,
lo que permitió sobrevivir a tres de cada cuatro judíos franceses; por el
general De Gaulle, quien de pie, el 18 de junio de 1940, continuó la batalla;
por la resistencia, el ejército en las sombras que no se resignó a la derrota; y
por los soldados presentes en los campos de batalla, con nuestra bandera, los
miembros de las Fuerzas de la Francia Libre”.
El magnífico discurso alcanza la magnitud de una lección universal. “La
verdad no divide a los pueblos. Los une. Estoy convencido de nuestro deber de
recordar, mantener la memoria con la verdad y la esperanza. La ignorancia es la
fuente de numerosos abusos. Tenemos la misión de enseñar, educar acerca del
pasado y hacer entender sus dimensiones. El Holocausto está en los planes de
estudio de las escuelas primarias y secundarias de Francia. Debemos mostrar su
asombrosa singularidad. Por su naturaleza, su escala, sus métodos y la terrible
exactitud de su consumación, este crimen es único en la historia. Debemos
recordarnos constantemente a nosotros mismos su abismal diferencia”.
Finalizó con una denuncia: “El Holocausto no se creó en el vacío, no
emergió de la nada. Fue posible por siglos de ceguera, estupidez, mentiras y
odio. Fue precedido por señales que no alertaron la conciencia de la gente. No
eran monstruos, tenían nuestros rostros”, dijo Primo Levy. “Recordar cómo creció
la ignominia, para que no se repita”.
Gracias, presidente François Hollande.
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