21 de septiembre de 2014

por: Pilar Rahola
Fuente:
La vanguardia

“Seducidos por la idea de un Dios de fuego, son una mezcla letal de nihilismo, épica y religión”
Lo más preocupante es la desmemoria. Como si esto hubiera empezado hace dos días y el mundo se horrorizara por primera vez ante tamaña barbarie. Aparecen viejos emboscados con nuevos nombres, y todo vuelve a empezar. ¿Quiénes son, por qué nos matan? Y nadie recuerda que llevan décadas degollando, violando, masacrando sin ningún atisbo de humanidad, pertrechados en su ideología totalitaria. Es la hidra de las mil cabezas, pero, lejos de atacar el cuerpo, nos entretenemos en cortar las cabezas, sin aprender la lección de esta locura: que cada cabeza esconde el embrión de la siguiente. Y es así como volvemos a hacernos las mismas preguntas, incapaces de asumir la dureza de las respuestas.

Veamos. Ahora se llama EIIS, o DAESH, en su acrónimo árabe. Pero antes tuvo mil nombres: Al Qaeda, Comunidad del Monoteísmo y la Yihad, Consejo de la Shura de los Muyahidines… Y si en esa zona son el Estado Islámico de Iraq y el Levante; en Somalia son Al Shabab; en Nigeria, Boko Haram; en Palestina, Hamas; en Argelia, Al Qaeda del Magreb Islámico; en Indonesia, Jemaah Islamiya, y así un largo diccionario de nombres de la muerte. Han matado a miles de personas, desde Buenos Aires hasta Bali, desde Atocha hasta Londres, desde Nueva York hasta Beslan, desde Israel hasta cualquier rincón del planeta. Y en todos los lugares han quebrado los principios de la humanidad, cometido masacres en mercados y hospitales, hecho uso de ambulancias bomba y de escudos humanos, perpetrado degollaciones masivas, lapidaciones, crucifixiones, matanzas planificadas, como los 500 yazidíes quemados vivos por el EIIS recientemente. El relato del horror está poblado de tanta maldad como muerte, especialmente desde aquel febrero de 1998, cuando las organizaciones yihadistas se unieron en una fetua que autorizaba el asesinato de civiles “judíos y cruzados”, pero también musulmanes. Y desde entonces, no sólo no hemos ganado la partida, sino que el yihadismo es más fuerte, tiene más recursos, más militantes y más prestigio. Sólo cabe recordar que se cuentan por miles los jóvenes europeos que han sido reclutados para la yihad en Siria e Iraq. De España han salido cientos. Es decir, se trata de un reto totalitario mundializado, con recursos ingentes, comunicado planetariamente, seducido por la idea de un Dios de fuego y un ideal de conquista, y despojado de cualquier atisbo de humanidad. Es una mezcla letal de nihilismo, épica y religión. Sin embargo, a pesar de habernos declarado la guerra y de matar a miles de personas, continuamos sin atacar al cuerpo de la hidra, entretenidos en distraer a sus cabezas. Y ese cuerpo se alimenta de millones de dólares de países amigos, dedicados a una idea medieval de la religión; de imanes fanáticos que destruyen el cerebro de muchos jóvenes; del buenismo europeo, que aún habita en el apaciguamiento de Chamberlain. Están ganando la batalla, pero hemos decidido no verlo.

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