por: Pilar Rahola
Fuente: La vanguardia
“Seducidos por la idea de un Dios de fuego, son una mezcla letal de
nihilismo, épica y religión”
Lo más preocupante es la desmemoria. Como si esto hubiera empezado hace dos
días y el mundo se horrorizara por primera vez ante tamaña barbarie. Aparecen
viejos emboscados con nuevos nombres, y todo vuelve a empezar. ¿Quiénes son,
por qué nos matan? Y nadie recuerda que llevan décadas degollando, violando,
masacrando sin ningún atisbo de humanidad, pertrechados en su ideología
totalitaria. Es la hidra de las mil cabezas, pero, lejos de atacar el cuerpo,
nos entretenemos en cortar las cabezas, sin aprender la lección de esta locura:
que cada cabeza esconde el embrión de la siguiente. Y es así como volvemos a
hacernos las mismas preguntas, incapaces de asumir la dureza de las respuestas.
Veamos. Ahora se llama EIIS, o DAESH, en su acrónimo árabe. Pero antes tuvo
mil nombres: Al Qaeda, Comunidad del Monoteísmo y la Yihad, Consejo de la Shura
de los Muyahidines… Y si en esa zona son el Estado Islámico de Iraq y el
Levante; en Somalia son Al Shabab; en Nigeria, Boko Haram; en Palestina, Hamas;
en Argelia, Al Qaeda del Magreb Islámico; en Indonesia, Jemaah Islamiya, y así
un largo diccionario de nombres de la muerte. Han matado a miles de personas,
desde Buenos Aires hasta Bali, desde Atocha hasta Londres, desde Nueva York
hasta Beslan, desde Israel hasta cualquier rincón del planeta. Y en todos los
lugares han quebrado los principios de la humanidad, cometido masacres en
mercados y hospitales, hecho uso de ambulancias bomba y de escudos humanos,
perpetrado degollaciones masivas, lapidaciones, crucifixiones, matanzas
planificadas, como los 500 yazidíes quemados vivos por el EIIS recientemente.
El relato del horror está poblado de tanta maldad como muerte, especialmente
desde aquel febrero de 1998, cuando las organizaciones yihadistas se unieron en
una fetua que autorizaba el asesinato de civiles “judíos y cruzados”, pero
también musulmanes. Y desde entonces, no sólo no hemos ganado la partida, sino
que el yihadismo es más fuerte, tiene más recursos, más militantes y más
prestigio. Sólo cabe recordar que se cuentan por miles los jóvenes europeos que
han sido reclutados para la yihad en Siria e Iraq. De España han salido
cientos. Es decir, se trata de un reto totalitario mundializado, con recursos
ingentes, comunicado planetariamente, seducido por la idea de un Dios de fuego
y un ideal de conquista, y despojado de cualquier atisbo de humanidad. Es una
mezcla letal de nihilismo, épica y religión. Sin embargo, a pesar de habernos
declarado la guerra y de matar a miles de personas, continuamos sin atacar al
cuerpo de la hidra, entretenidos en distraer a sus cabezas. Y ese cuerpo se
alimenta de millones de dólares de países amigos, dedicados a una idea medieval
de la religión; de imanes fanáticos que destruyen el cerebro de muchos jóvenes;
del buenismo europeo, que aún habita en el apaciguamiento de Chamberlain. Están ganando
la batalla, pero hemos decidido no verlo.
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